LA QUINTA ESENCIA


Ella


Ella estaba allí, en el amplio portal. En el amplio portal en el que había quedado con él hacía ya dos horas pasadas.
Pero por orgullo o por lástima, allí seguía. Allí seguía, aun sabiendo perfectamente que él no iba a venir.
Estuvo a punto de llorar, pero se contuvo. Se contuvo por vergüenza de que la gente no la mirara como una idiota. Idiota, así se sentía.
No sabía como había podido llegar hasta ese extremo, no sabía como había podido ser tan estúpida.

Y mientras se compadecía de sí misma, el teléfono sonó. El teléfono sonó; miró la pantalla, y era él. Era él, el mismo que la había dejado plantada hacía más de dos horas.
Dudó si cogerlo o no. No; eso era lo que debía hacer si quería conservar su dignidad.
Su dignidad... pero qué dignidad; habiendo llegado hasta ese punto.
Fue débil, y ya iba a descolgarlo cuando dejó de sonar. Dejó de sonar, eso era lo que tenía que pasar, estaba claro.

Sabía que era hora de irse. Irse, olvidarse de él y rehacer su vida.
Apagó el móvil y se fue. Y se fue con la certeza de que ya no le volvería a pasar, porque a partir de ahora iba a ser mucho más fuerte.