LA QUINTA ESENCIA


Cronología de un viaje a lo gris


Los minutos van pasando y los kilómetros se van sucediendo. Surcando la monótona carretera, extensa brecha grisácea abierta sobre la naturaleza, el la cárcel móvil a la que llaman autobús continúa con su cometido entre altas farolas y líneas discontinuas.

La noche va extendiendo su manto sobre el cielo gris tiñéndolo de oscuro. El frío filtrado por la ventana penetra hasta mis entrañas provocando que me encoja impulsivamente.

Falta poco para llegar. Atravesamos una zona industrial. Los almacenes de hormigón gris se amontonan en un monótono paisaje de capitalismo decadente. La escena me hace evocar la típica imagen de los ejecutivos trajeados de gris transitando rápidamente por la calles de una Nueva York consumista, fría y vacía.
Anuncios de calidad pésima compiten entre sí desde sus oxidados paneles publicitarios. Luces de neón intentan con poco éxito llamar la atención de los compradores. Una prostituta espera sola en una esquina con gesto melancólico.

Ya superado el cúmulo de bloques grisáceos, entramos en la ciudad. Pasamos sobre el cauce seco del río Turia, que nos mira desde abajo con gesto triste.
Un cartel luminoso nos recibe advirtiéndonos que debemos reducir la velocidad.
El paisaje se perfila como un sinfín de edificios aparentemente iguales, salpicados de semáforos cuyas luces bailan al compás de los claxones.
El autobús va penetrando en el entramado urbano hasta llegar a su destino. El mosaico de luces amarillentas se armoniza, haciendo especial la noche valenciana.

Son las ocho de la noche.
Mi tiempo sobre las calles se reduce a minutos, ya que al poco desciendo al subsuelo para subir al metro. El gusano mecánico me recoge y me transporta, durante un relajante viaje sobre las vías férreas, de nuevo fuera de la ciudad.

Línea 1. Destinació Llíria.