LA QUINTA ESENCIA


Confesiones de un anarquista


Frank llevó a su joven amigo hasta el campo. El día era soleado e invitaba a relajarse. Le incitó a que respirara aquel aire tan puro. Joseph así lo hizo, y tomó una buena bocanada de aire. Notó como el frescor recorría su cuerpo, y se sintió indescriptiblemente agradado.

—Ves, el aire de aquí es fresco y puro, pues no está encerrado como el sucio aire de la ciudad. Se mueve libremente, no está atrapado, nadie le controla...
Lo mismo pasa con las personas. Estamos encerrados Joseph, encerrados.
Estamos encerrados en la sociedad, no tenemos libertad. Han escondido una dictadura detrás de la palabra democracia. Se sirven de mentiras y engaños para hacernos creer libres. Y lo peor, Joseph, lo peor es que la gente se lo cree.

La sociedad impone sus leyes, la sociedad impone lo que está bien y lo que no lo está. Y nosotros tenemos que obedecer.
No existe lo bueno ni lo malo, sólo existen diferentes puntos de vista. Y ellos nos imponen el suyo como si fuera el único, el correcto. Nosotros tenemos que actuar como ellos quieren, nosotros somos controlados como marionetas a su merced. No somos libres.

¿Pero por qué? ¿Por qué nosotros aceptamos sin más?
¿Qué es lo que diferencia al gobernante del que obedece?
Yo te lo diré, Joseph, yo te lo diré: La mentalidad. El ciudadano normal se conforma, sólo quiere unas pocas cosas, sólo tiene unas pocas necesidades. El gobernante es ambicioso, tiene sed de poder. Y para poder gobernar a la muchedumbre se sirve de la demagogia, da a los simples ciudadanos lo que ellos quieren oír y consigue conquistarlos, cayendo pronto bajo su poder.

Joseph, la gente no se da cuenta. Eso es lo malo. Estamos bajo su poder, estamos controlados...