LA QUINTA ESENCIA


Surrealidad envolvente


La chica se sentaba sola, cubierta por algo similar a un antiguo albornoz, en aquel sofá viejo de la oscura habitación. No sabía si fuera de aquellas persianas por las que se colaban algunos tímidos haces de luz era mañana o tarde, ni en qué día (ni año) se encontraba, pero no le importaba.
Una bruma de leve calor inundaba espesamente aquella estancia casi cerrada, a excepción de una pequeña puerta entornada que daba a un pasillo de difusos parámetros.

Con todos sus sentidos mermados y como al borde de un profundo sueño, una pesadez progresiva cubría su cuerpo como un velo acogedoramente aprisionador.
Se sentía como en el pesado sueño de un surrealista amnésico, entre aquellas paredes que parecían difuminarse lentamente como fundiéndose en la nada.


Libros viejos que no sabía si había leído, fotos diseminadas por todos lados en las que no se reconocía, botellas decorativas de formas ya perdidas... Notaba su piel ajena a sí misma; se sentía como fluyendo en su propio cuerpo, al igual que si fuera un vapor espeso recorriendo su alma.

Conforme iba perdiendo la noción del espacio y las imágenes que veía se iban diluyendo en una oscuridad atemporal, su memoria se evaporaba y desaparecía cada vez más rápido.
Notaba sus párpados cayendo lentamente cual telón sobre sus ojos, aunque no sabía si era cierto o si es que estaba perdiendo la visión.
Cuando dejó (o creyó dejar) de ver todo cuanto acontecía a su alrededor, se vio sumida en un denso vacío en el que se concentraba todo lo perceptivo dando una lugar a una nada sensorial en la que (no sabía si paradójicamente o no) se encontraba infinitamente en calma...