LA QUINTA ESENCIA



Era una tarde de luz cálida y apacible, una tarde de nostalgia infantil, de evocación del juego lejano...

Ella se sentaba sobre el viejo sillón, algo acartonado por el tiempo. Los álamos se mecían con la suave brisa tras la ventana, en un bucólico paisaje de tranquilidad infinita.

Observaba detenidamente los recuerdos almacenados en aquella caja que sostenía sobre su regazo. Miraba las fotos recordando viejos tiempos; esbozando una sonrisa triste, desgastada por la vida, apagada...

Leía viejas cartas, legajos sueltos con historias de las que ya no se acordaba –el tiempo marcaba su rastro con el olvido–, proyectos de libro nunca terminados...
Lo observaba todo con una serenidad digna del sabio que contempla el Universo, del viejo árbol que proyecta su sombra sobre los humanos; digna del viento, que todo lo sabe.

Y allí siguió, pasando hoja tras hoja, foto tras foto, evocando tiempos pasados, recorriendo los rincones de su memoria desgastada...