LA QUINTA ESENCIA


Cristales del alma


La noche se cierne con su manto de soledad.
Avanzas pisando el mismo asfalto de todas las noches; frío, sucio... muerto.
Tu rostro no muestra expresión alguna; serio y sombrío, igual que la triste ciudad.

Avanzas por la calle hasta que divisas un charco de vidrios rotos. Pero no te detienes ni cambias de rumbo. Sigues, imperturbable, como la fría noche.
Y cuando te aproximas, descalzas tus pies y continuas. Avanzas hasta que tus pies desnudos pisan los fragmentos helados, y te detienes.

Poco a poco el cristal va cortando la piel y penetrando en el cuerpo, cortando las venas y extendiendo su frío mortecino. Aun así no expresas alteración alguna.
Y mientras el charco de sangre se extiende bajo tus pies, sonríes. Sonríes mientras dos lágrimas atraviesan tu rostro. Tu sonrisa se mezcla con el llanto, en un gesto grotesco que evoca tu vida pasada.

Y como si los cristales recorrieran tu cuerpo, tu alma se fragmenta en pedazos, mientras tu cuerpo cae muerto al frío asfalto de la triste ciudad.
Y tan sólo la melancólica luz de una farola solitaria contempla la escena; amparando con su llanto de luz tu cuerpo, ya carente de humanidad.