LA QUINTA ESENCIA


Nunca volvió


Nunca volvió.
Nunca regresó de aquellos mares olvidados, de aquel rumor de olas perdidas, de aquel canto de aguas movedizas...

Se marchó al principio de los tiempos; cuando todo era distinto, cuando el mundo parecía otro y animales y personas compartían el lenguaje de la vida.
Se marchó cruzando mil y un océanos, aprendiendo a escuchar el mar, contemplando el espejo azul y leyendo en él las historias jamás contadas.


Un día de cielos grises decidió volver. No era un buen día para las decisiones importantes.
Volvió a cruzar los mismos caminos no trazados, volvió a seguir las mismas rutas teñidas de azul y gris. Pero el gran espejo ya no era el mismo; ahora era viejo y triste.
Había ahogado su vitalidad en sus propias profundidades, junto a cuerpos de miles de marineros que aún cuentan sus leyendas de criaturas ocultas y lugares soñados.



Vio a las nubes moverse amenazadoras, vio a los pájaros huir de un peligro invisible.
Y el mar, impasible ante las pasiones de los hombres; se tragó despiadado su cuerpo, hundiéndolo en su vientre profundo. Miles de sentimientos entrelazados se hundieron junto a la coraza muerta, apagados en el interior del azul oscuro.


Nunca volvió.

Siguió anclado a la madre de las olas por años y años, contándose secretos inconfesables; ya superada la línea de lo palpable, cruzada la barrera de la muerte...



Dios


Dios.

Desde el inico de los tiempos los humanos han tenido la necesidad de un dios, un ser superior al que pedirle, agradecerle, ofrecerle...
Y alrededor de éste se le han añadido otros dioses, santos, mitos, leyendas... dando forma a las diversas religiones.

Y cada religión tiene su dios, o mejor dicho su propio nombre para llamar a ese dios. Alá, Jehová, Zeus... o Dios simplemente.
Diferentes nombres, diferentes caras y diferentes ritos pero un mismo Dios.

Dejando a un lado el ámbito que los rodea; el Dios únicamente como figura, es prácticamente igual en todas las religiones.


Los Dioses no son diferentes según las religiones, son diferentes según las personas.

Aunque cada religión de un "forma" a cada Dios, todas estan nombrando al mismo. A un ser superior al que recurrir en caso de ayuda, al que agradecer los servicios prestados, al que rezarle para demostras devoción, al que homenajearlo en fiestas y ritos...
Pero en realidad, los dioses no son diferentes.

Y la única diferencia es que cada persona tiene su propio dios. Aunque haya miles de crisitanos, por ejemplo, tcada uno tiene una visión propia de Dios. Hay tantos dioses como creyentes.
Cada persona pide unas cosas diferentes, les agradece de diferente forma, le hace sus propias ofrendas. Cada uno modela a su propio Dios.

Es paradójico que cada uno moldee a su Dios, siendo éste el "ser superior". Al fin y al cabo el Dios no es más que el siervo del creyente.



Espero curarme de ti


Espero curarme de ti en unos días.

Debo dejar de fumarte, de beberte, de pensarte. Es posible. Siguiendo las prescripciones de la moral en turno. Me receto tiempo, abstinencia, soledad.

¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante.

En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada.

Hay que quemar también ese otro lenguaje lateral y subversivo del que ama. (Tú sabes cómo te digo que te quiero cuando digo: «qué calor hace», «dame agua», «¿sabes manejar?», «se hizo de noche»... Entre las gentes, a un lado de tus gentes y las mías, te he dicho «ya es tarde», y tú sabías que decía «te quiero»).

Una semana más para reunir todo el amor del tiempo. Para dártelo. Para que hagas con él lo que quieras: guardarlo, acariciarlo, tirarlo a la basura. No sirve, es cierto. Sólo quiero una semana para entender las cosas. Porque esto es muy parecido a estar saliendo de un manicomio para entrar a un panteón.



Jaime Sabines


Otro año más


Estaba fumando el último cigarrillo del año. La ceniza caía volando hasta acabar en el suelo, amontonándose en cúmulos grises.
Quedaba poco. El cigarro se consumió tras la última calada, cayendo al suelo junto con la ceniza; unidos de nuevo. Una bocanada de humo emanó de sus labios.

A través de la ventana abierta se veía una noche azulada cubierta por una cortina de leve llovizna.

El tiempo continuó con su paso impertérrito.
El arrinconado reloj digital marcaba la medianoche. Unos lejanos doce golpes sonaban en el horizonte.
Rumores de gritos, risas y alegrías. Cantos de nuevas esperanzas, de deseos, de planes....

Sin haberlo percibido, había entrado en un nuevo año; aunque todo seguía igual.
Su rostro seguía impasible contemplando por la ventana las finas gotas caer. La ceniza seguía tirada en el suelo.
Otro año más.


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PD: Feliz Año Nuevo.