El autómata
Y el autómata seguía con su mecánica función.
Día tras día, hora tras hora, minuto a minuto y segundo a segundo.
En ningún momento se detuvo, en ningún momento su mente tomó el control de su frío cuerpo y pudo decidir sobre sus actos.
Siguió con la mirada perdida, girando su tétrico e inexpresivo rostro, el cual no era más que una máscara.
Siguió extendiendo su esquelético brazo de metal, siguió moviendo sus cadavéricos dedos artificiales.
Siguió, y siguió.
Pero un día, para su sorpresa, se detuvo.
La suntuosa llave que le daba cuerda se paró en seco.
Y el autómata pudo, por unos momentos, retomar la conciencia.
Sus ojos grises recuperaron su color, y pudieron observar el el mundo que le rodeaba.
Vio la luz del cielo a través de la pequeña ventana de su reducido y oscuro cuarto.
Se sintió libre y quiso salir...
Pero algo destrozó todas sus esperanzas.
Un anciano se acercó, y girando varias veces la llave antes detenida, volvió a dar cuerda al autómata que contemplaba impotente.
El triste hombre mecánico apenas tuvo tiempo de lamentarse.
Y sin poder evitarlo, su conciencia se evadió, dejando su cuerpo inerte de nuevo, a merced de los movimientos incontrolados.
La inexpresividad volvió al autómata para el resto del tiempo...
Y su alma quedó encerrada entre los fríos mecanismos, perdida por siempre jamás.
Día tras día, hora tras hora, minuto a minuto y segundo a segundo.
En ningún momento se detuvo, en ningún momento su mente tomó el control de su frío cuerpo y pudo decidir sobre sus actos.
Siguió con la mirada perdida, girando su tétrico e inexpresivo rostro, el cual no era más que una máscara.
Siguió extendiendo su esquelético brazo de metal, siguió moviendo sus cadavéricos dedos artificiales.
Siguió, y siguió.
Pero un día, para su sorpresa, se detuvo.
La suntuosa llave que le daba cuerda se paró en seco.
Y el autómata pudo, por unos momentos, retomar la conciencia.
Sus ojos grises recuperaron su color, y pudieron observar el el mundo que le rodeaba.
Vio la luz del cielo a través de la pequeña ventana de su reducido y oscuro cuarto.
Se sintió libre y quiso salir...
Pero algo destrozó todas sus esperanzas.
Un anciano se acercó, y girando varias veces la llave antes detenida, volvió a dar cuerda al autómata que contemplaba impotente.
El triste hombre mecánico apenas tuvo tiempo de lamentarse.
Y sin poder evitarlo, su conciencia se evadió, dejando su cuerpo inerte de nuevo, a merced de los movimientos incontrolados.
La inexpresividad volvió al autómata para el resto del tiempo...
Y su alma quedó encerrada entre los fríos mecanismos, perdida por siempre jamás.
... Publicado por Transeúnte, pensando en
Textos
4 visitantes...:
Me gusta mucho el texto, ya era hora de que actualizases, jaja.
Pásate por mi blog, segura que el texto que he escrito te recuerda a algo... Seguramente te guste jaja
Me gusta, es original la forma de plantear la idea =)
Vaya, qué impresión. Me gusta mucho, transmites los sentimientos del autómata de una manera muy profunda. Muy original.
Me alegra volver a leer algo tuyo.
Un besote.
es genial!! :D
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